Habilitar los silencios

Frecuentemente se asocia la paternidad con la capacidad de brindar respuestas a todos los eventos transitados por los niños y rara vez se la piensa como la capacidad de interrogarse sin respuesta ante las diferentes situaciones que los hijos traen a la vida familiar.

En la adopción, la construcción del vínculo se transita desde el desconocimiento hacia la confianza, desde fragmentos de historias transmitidas por profesionales y por los mismos niños.

Los momentos de desborde, de tensión generan en los padres la autoexigencia de poner fin al conflicto y eso no siempre es posible de manera inmediata.

Los adultos se pueden sentir impotentes, con dificultad para entender a sus hijos, algunas veces interpretando erróneamente sus conductas desde la experiencia propia sin dimensionar lo vivido por los niños. Por tal motivo es fundamental no aislarse en las dificultades y dar tiempo a estos procesos tan movilizantes.

El silencio y la musiquita familiar del juego

Aquí un relato que invita a habilitarse para dejarse habitar por el silencio.

«…me di cuenta que a veces mi hijo necesitaba silencio, simplemente me sentaba en su habitación y yo me ponía a contestar mensajes de mi trabajo.

Las primeras veces me pedía que lo deje solo. Luego se dio cuenta que yo pasaba desapercibido. Hasta que un día escuchó que yo estaba jugando a un jueguito que él jugaba en su celular, escuchó familiar la musiquita del juego y se acercó, me comenzó a explicar del juego.

Me di cuenta que en mis nervios por generar vínculo lo único que generaba era un malestar, alboroto, hasta que probé con silencios y me di cuenta que el necesitaba un silencio en todos sus sentidos.

Finalmente hoy ya tiene 17 y le encanta mirar películas en familia. A veces nos alborotamos sin darnos cuenta que el vínculo no se forma desde el sentarme a darle un discurso, retarlo y todo eso que es muchísimo. Es tan simple como hacer silencio pero desde lo profundo, estando en paz, tranquilo y no pensar tanto simplemente escuchar.»

 

Muchas veces se presupone que los padres deben formular preguntas, dar respuestas y soluciones a todo lo que hacen o les ocurre a los hijos. Brindar “tiempo”, como cuando en nuestra infancia decíamos “pido gancho», es fundamental. Tiempo, silencio, estar sin agobiar, estar sin saber qué hacer, pero estar para ellos. 

«En nuestro caso, también somos papás de tres hermanitas (7, 9 y 15 años). Coincidimos en que los primeros meses y el primer año son difíciles.

Los vídeos nos ayudaron mucho. También poder tener un tiempo para conversar con la familia o amigos. Recurrimos a terapia familiar y nos hizo muy bien aunque la más grande no estaba de acuerdo. Eso permitió que nos conociéramos mejor.

El silencio es útil, cuando a veces solo quieren un abrazo pero no saben cómo transmitir ese deseo. Todos tenemos miedo. Los límites tienen que estar, los necesitan. Pero lo que más necesitan es saber que son límites que respetamos todos. El “porque no” o “porque si” no vale para nadie. También, es muy valioso decir me equivoqué, estoy aprendiendo, lo siento… etc.

Laura Martincich

La mirada y escucha atenta intentando comprender qué es lo que sienten de acuerdo a qué han vivido, sus experiencias no tienen registro en nuestras historias.

Finalmente, algo que para nosotros es clave: los hijos no se devuelven. Tres años después, nuestra niña mayor ya está en la Universidad dando sus primeros pasos.

¡No se desanimen! Cómo todo hijo, ellos merecen nuestra mejor versión como padres y ningún papá viene con manual incorporado. Ahijar es una aventura que nos desafía a diario.»

Desborde

«Cada experiencia es única pero puedo contarles que conocimos a nuestro hijo un sábado y al día siguiente llegó con su mochila de útiles, su bolsa con ropa y una energía desbordante.

Nosotros estábamos -a las pocas horas- también desbordados; no sabíamos bien qué hacer, ni cómo acomodarnos. Hoy ya hace más de un año y medio de aquel sábado. Pasamos por muchos momentos tensos, lloré muchas noches y tardes a escondidas por sentir que nos equivocamos, que la adopción no era para nosotros.

Al principio rompía todo, queriendo o sin querer. Su ropa y juguetes nuevos no le duraban más de dos días. Por momentos se enojaba mucho y nos dijo más de una vez que quería otra familia. Dormía poco y comía menos aún. Hasta que poco a poco, no sé bien cómo, empezamos a acoplarnos y sobre todo a aceptarnos en nuestras diferencias. Buscamos pequeñas cosas en común, descubrimos que le gustaban los guisos y no las milanesas, el salame y no el chocolate, matemáticas y no lengua…

Yo le hablaba mucho, a veces me escuchaba, a veces me pedía que me callara. No me dejaba abrazarlo, me desafiaba casi en todo. A pesar de su enojo o su tristeza le remarcamos desde el principio que éramos una familia y lo seríamos para siempre.

Mi psicóloga me ayudó muchísimo a entenderlo y sobre todo a entenderme. Solo puedo decirles que no están solos, busquen ayuda psicológica, lo nuestro no fue amor a primera vista, nos llevó tiempo, lágrimas, enojos y angustia pero hoy sus abrazos son tan cariñosos que hacen que todo valga la pena.»

Los relatos familiares han sido compartidos en nuestro grupo de Facebook

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