¿Qué es este encuentro de dos mundos que eran divergentes? Iban para dos lugares distintos. Eran disímiles, tenían diferentes momentos, formas, cultura, valores. Y, sin embargo, en determinado momento de la historia, se encuentran.
Ese encuentro no es un encuentro cualquiera y tampoco es un encuentro fácil. Muchas veces está presentado en las redes, en los medios, ante la sociedad, con la idea de que se mueven solo por el afecto, por el amor. Con una imagen un tanto edulcorada de lo que implica el contacto afectivo entre las personas y, más especialmente, entre personas adultas y personas en proceso de crecimiento.
Dos mundos que en algún momento de la vida fueron disímiles (porque estos niños iban para un lado y estos adultos iban para otro lado) de repente se encuentran. Por condiciones externas, no buscadas. No buscadas por los niños y no buscadas por los adultos. Sin embargo, estás condiciones los ponen frente a frente: la apuesta de armar otra familia.
La llegada de niños, niñas o adolescentes hace que una familia, con o sin hijos, tenga que transformarse en otra. No puede ser la misma que antes. Es una familia que vivió de determinada manera durante varios años, y cuando llegan el o los niños, ya no pueden ser (ni serán) esa familia que eran. No es que a “esa” familia se le agregan hijos, sino que se deben convertir en algo distinto: una nueva configuración familiar.
Lo mismo pasa con los chicos. Vienen de otra familia y no es que al incluirse a una familia adoptiva hacen un cambio de figuritas. Antes estaban en ´una familia´, ahora pasan a vivir con ´otra familia´, nueva, desconocida, diferente.
‘Integración familiar adoptiva’ no es una continuación de lo que “era o éramos antes” a la que se le agregan nuevos integrantes. Es el proceso de síntesis que, a partir de este encuentro, es imprescindible realizar buscando concretar una nueva familia.