La des-construcción de la identidad narrativa en niños institucionalizados

Quiero comenzar esta exposición explicando un poco acerca del título. Pensé  la construcción  del término “des-construcción”  como una manera de explicitar un corte, una ruptura de una continuidad, que si bien preserva de alguna manera lo anterior, no lo continúa. Me interesa diferenciar entre “destrucción” y “des-construcción”; ya que el primer término hace referencia según el diccionario de la Real Academia Española y según todos sabemos a la “acción y efecto de destruir; a la ruina, asolamiento, pérdida grande y casi irreparable”[i];  mientras que la des-construcción, con su prefijo “des” denota “negación o inversión del significado simple”, es decir negación o inversión de la construcción; “indica privación y fuera de”[ii]. No se trata de perder algo o destruir algo, en este caso la identidad, sino de negar, privar o dejar fuera la construcción de la misma.

¿De qué identidad estoy hablando?  Mientras que la identidad, en tanto aquellos rasgos y características propias que nos caracterizan frente a los demás  se conserva, la identidad narrativa se construye con la participación activa del individuo.

Aquí tomo a Paul Ricoeur, filósofo contemporáneo quien dice que  “la identidad narrativa permite al agente  aprehender la totalidad de sus acciones como suyas (y no como una diversidad incoherente), en la singularidad de una unidad temporal única y propia, pero que no es la identidad estable e inmutable de la sustancia aristotélica

El concepto de identidad narrativa permite incluir el cambio en la cohesión de una vida. El agente actúa en el mundo y en el seno de un contexto dado, pero al mismo tiempo, el sentido de su acción sólo le es accesible a través de la lectura (o narración digo yo) de su historia.

Es posible ver aquí el aspecto circular, a la vez pasivo y activo, de esta comprensión: en el mismo acto que me comprendo a mí mismo a través de la narración, me construyo. De ese modo, la mediación narrativa, sin dispersarme en una sucesión incoherente de acontecimientos, permite, a su vez, que sea posible reescribir a lo largo de la vida diferentes tramas de mi existencia”[iii]

Para Ricoeur la historia de una vida es refigurada constantemente por todas las historias verídicas o de ficción que un sujeto cuenta sobre sí mismo. Esta refiguraciòn hace de la propia vida un tejido de historias narradas.

Necesitamos contar lo que nos ocurre, verbalizarlo, descifrar y dar nombre a lo que nos rodea, inventando y reinventándonos cada día. La objetividad sobre los sucesos es pura falacia, todo consiste en un punto de vista, “quienes somos como sujetos autoconscientes, capaces de dar sentido a nuestras vidas y a lo que nos pasa, no está más allá entonces de un juego de interpretaciones” Somos, lo que somos capaces de contar.

Al narrarse, el individuo da rienda suelta a ese pasado que está llamando continuamente a su presente, recordándole que no está muerto. Ese pasado es producto de la escritura –o la oralidad, según se mire- en cuanto el autor necesita comprenderse desde el tiempo vivido, el tiempo presente y el tiempo por vivir. Son estas letras narradas sobre el yo las que tejen la construcción de una identidad que, básicamente es narrativa.[iv]

Comprendidos estos términos, es donde yo comienzo a preguntarme acerca de lo que sucede en los niños cuando son institucionalizados y para preguntarme por ellos, comienzo por los niños antes de ser institucionalizados, es decir cuando están con sus familias de origen.

Una de las preguntas principales que los seres humanos nos hacemos respecto a nosotros mismos es la pregunta ¿Quién soy?. Cada uno de nosotros necesita saber algo de sí mismo y lo hace a través de las preguntas. Nos preguntamos a nosotros mismos cuando intuimos que tenemos algunas respuestas y le preguntamos a otros cuando sospechamos o deseamos o esperamos que la respuesta venga desde afuera.

Los niños comienzan a preguntar desde el momento mismo en que comienzan a hablar. Inclusive en la época del balbuceo aparece el tono de interrogación en sus expresiones (ej: eto?, no ta?, etc.). las preguntas tienen su destino en un otro que les da la respuesta. Las respuestas van informando al niño acerca de lo que acontece, le cuentan lo que es y lo que no es y van conformando un entramado de realidad de la cual el niño es parte. Tanto las palabras, como los silencios,  los gestos, el contacto o el no contacto, las miradas, todo va dándole la forma al mundo en el cual cada día se mueve y va siendo él. Todos los aquí presentes sabemos lo que le sucede a un niño en el seno de su familia, como va incorporando a si mismo la concepción del mundo que tiene esa familia, va decodificando en función de lo que sus padres y familiares le van enseñando; pregunta y tiene algún tipo de respuesta que le va diciendo cómo mirar, cómo comprender y entender ese mundo y mientras comprende y entiende va sabiendo, que es él, el que mira el mundo. Se va reconociendo a si mismo en el mirar del otro, se va apropiando de esa mirada y va sabiendo que es él quien mira. Y cuando se pregunta ¿Quién soy?, sabe al menos que es él, quien  mira al mundo, que desde él parte también la creación de ese mundo al darle significado; ese significado que fue aprendiendo dentro de su familia.

Dentro de las significaciones aparece la pertenencia, el ser parte de un todo, que es la familia, como constitutivo de la identidad. La persona es en tanto pertenece. Su referente, su espejo, sus identificaciones están en ese todo fuera de ella al que pertenece. Se es parte de tal o cual familia, un apellido da una identidad, una filiación. Cada uno de nosotros somos parte de un grupo de pertenencia único, aunque compartamos el apellido con muchísimas otras personas, por ej. ¿cuántos Pérez, o García o López hay?, sin embargo cada quien sabe a cuales pertenece y a cuales no. Personas con el mismo apellido se encuentran e intentan buscar en sus ramas familiares algún punto de coincidencia, si lo encuentra se sienten parte de la misma familia, aunque recién se estén conociendo, si no lo encuentran se sienten totalmente ajenos. El ser reconocidos dentro de una familia nos dice algo respecto a quienes somos. Nos ubica y posiciona respecto a otros: hijos de…, hermanos de….., nietos, sobrinos, etc. Somos una continuidad histórica que se va tejiendo día a día.

Sin embargo, esa identidad narrativa en tanto relato que va siendo construido por un mismo grupo de pertenencia, se ve interrumpido abruptamente cuando el niño es institucionalizado. Sabemos que las condiciones en las que cualquier niño llega a una institución se dan dentro de una crisis, sin ningún tipo de proceso preparatorio. Es una situación equiparable a una catástrofe en el sentido de lo inminente, impredecible y alterador del curso regular de las cosas. Cuando un niño es institucionalizado, inmediatamente se corta el hilo de su historia en tanto relato. Lo que se venía contando como historia familiar, con todo lo dificultoso que pueda tener una familia disfuncional, queda desarticulado. Una parte de la familia, que pueden ser los padres, hermanos, abuelos u otros integrantes de la misma, continúan tejiendo la historia familiar con una ausencia, la de ese niño que fue a la institución, dicha ausencia (que puede durar el tiempo de institucionalización o para siempre) es parte de la historia de la familia. Sin embargo para el niño que entra a la institución, hay un corte respecto a su historia familiar, comienza a transitar una historia propia donde no se comparte en nada con la familia. No hay quien le relate lo que va a suceder o lo que va aconteciendo, el solo deberá interpretar sus vivencias. Interpretación que se ve teñida de los miedos, angustias, soledad y desamparo que implica para un niño el ingreso a la institución. Las preguntas del niño son acalladas ya que no hay quien pueda responder.

Todo lo desconocido, el lugar de los otros niños en su vida, el lugar de los cuidadores (que suelen ser rotativos), hasta el mismo lugar físico donde está ahora, debe ser significado desde su propio desconcierto. Quienes son estos otros respecto a él? Como se concibe la transitoriedad o la permanencia en un lugar que alberga pero que no da pertenencia ni contención?. El día a día va siendo vivido e imposible de interpretar desde un conocimiento previo. Hay que ubicar a la novedad en algún lugar conocido, entonces el personal de la institución pasa a ser “tías”  y hasta “mama” en muchos casos; y los otros niños son compañeros (como los compañeros de escuela), amigos y hasta hermanos con el paso del tiempo. Aquí no hay otros que posibiliten un relato, una narración que tenga continuidad respecto su historia familiar. Parte de esa historia va siendo contada en informes técnicos, en partes diarios, en expedientes que contienen “el caso”, en oficios con decisiones y resoluciones (de jueces, asesores, equipos técnicos); decisiones  que se ejecutan por otros técnicos y que muy muy raras veces son dichas, contadas, transmitidas a los niños.

Hay una apropiación de la historia de los chicos, por parte del estado. El estado (en sus expedientes, informes, legajos, etc) se queda con parte de la historia y nunca se las devuelve a los protagonistas, que la van perdiendo en el silencio de la memoria sin tejer.

He podido escuchar relatos de niños institucionalizados, donde la confusión era tan grande que iban cambiando la historia a medida que pasaba el tiempo, intentando conservar algunos elementos que les servían de pivote para no perderse en esa historia reconstruida cada vez desde una fantasía diferente. No hubo nadie que le explicara, a veces durante años y hablo de 4 o 5 años, o más o nunca,  por qué no vivía más con su familia, cual era su situación en la familia actual y cual era su destino. He escuchado a niños con importantes dificultades para comprender la temporalidad a edades que ese concepto ya debería estar incorporado, porque cada día pasado era ayer cuando estaba con mi mama, o mi papa, o mis hermanos o mis abuelos y mañana es el día que van a venir a buscarme. Años sin saber cada día de su vida por qué están en donde están. Nadie se tomo el trabajo de mirar a esos niños y contarles una historia de la cual son protagonistas, pero si no hay historiador, la historia se pierde en la memoria y en el tiempo y junto con la historia se pierde parte de la identidad.

“Cuando el trauma hace estallar los fundamentos del sentido común de la existencia, el terreno en el que se entabla el duro combate de la supervivencia es el terreno de la memoria. Hay datos clínicos que ilustran los desarreglos que sufre la memoria en el plano personal: la memoria agujereada o la memoria sin resonancias afectivas; la memoria que se niega a volver atrás, que evita toda alusión al hecho traumático; la memoria obsesiva, dolorosa, paralizante; la memoria enrabietada, la memoria selectiva, la memoria confusa” [v]

Esos niños pierden su identidad narrativa ya que no hay quien pueda darle continuidad a la misma.
Para ilustrarlo, les voy a contar de “S” de 7 años. Al poco tiempo de nacido la madre se va, dejándolo al cuidado del padre. “S” nunca convivio con su madre. El padre era un trabajador golondrina y vivía en una carpa con la cual se trasladaba, junto con su hijo, a los distintos lugares donde podía trabajar por temporadas. Cuando “S” cumple 3 años el padre decide dejarlo en el juzgado ya que no podía cuidarlo ni mandarlo a la escuela. “S” es ingresado en un mini hogar en el cual hay 18 niños más, 8 cuidadoras (4 en la mañana y 4 en la tarde) y un sereno en la noche. “S” duerme en la misma cama con otro niño de su edad. En el último año “S” tuvo dos intentos de vinculaciones adoptivas que fracasaron.

“S” no ha contado con ayuda para construir su identidad narrativa, hay algunos fragmentos de recuerdos que él utiliza para armar una historia:  refiere que “yo no tengo familia. Vivo con mi mamá en la casa verde (¿) ….en la carpa; pero no la conozco a mi mami. Vivo con mi mama pero no con mi papá, ahora estoy con las tías porque mi mama me dejo ahí, pero no me dijo porque me dejo ahí…..mi mami no tiene nombre, solo es mami….fui de visita a vivir con el papá Juan (adoptante) pero me abandonaron porque me porte mal. Yo no quiero a nadie, la tía Marta es un poco buena…..al papá Juan no lo quiero, estoy enojado con él. Yo nunca conocí a alguien bueno”
“S” no puede narrar una historia con continuidad, se detiene en el tiempo y habla en presente cuando habla de su mamá (a quien no conoció), con una superposición temporal (pasado y presente), con confusiones respecto a las figuras parentales

Los hermanitos M y A de 10 y 7 años respectivamente hace 4 años que viven con una familia cuidadora. Hace 10 meses fue la última vez que vieron a su papá en una plaza. No tienen contacto con nadie de la familia de origen. Ellos relatan lo siguiente: “vivimos con nuestra mamá Laura y Juan (nombres de sus padres) y nuestra prima Cintia y Andrés y nuestra abuela y nuestra hermanita chiquitita que se llama Sol…..nosotros dormimos en la casa de la tía Rosa (cuidadora) con  (nombran a los hijos y nietos de la cuidadora). La tía nos hace la comida, nos lleva a la escuela, porque a nuestra casa la están arreglando. Cuando la abuela termine de arreglar la casa nos vamos para allá porque vivimos allá.”…”Ayer vimos a nuestro papá y fuimos a la plaza”

Estos niños ya habían sido declarados en estado de adoptabilidad y se estaba trabajando para buscarles una familia adoptiva. La cuidadora refirió que nunca les hablaba de su familia y que los chicos no sabían por qué no estaban con sus padres como tampoco que no iban a volver con ellos. La asistente social que llevaba la situación de los niños desde hacía 4 años, nunca les había explicado cuál era su situación. Los niños estaban esperando volver con sus padres y tenían importantes dificultades en cuanto al manejo de la temporalidad.

La historia de F ha sido traumática, en tanto su mamá (quien padecía severos problemas mentales) la crió hasta los 6 años (con reiterados episodios de violencia directa hacia o F o de los cuales la niña era testigo). A los 6 años la madre deja a la niña a cargo de la abuela materna, deja también una carta en la que expresa su voluntad de desligarse de toda responsabilidad respecto a su hija y no volver a saber de ella. Se marcha llevándose a su hijo más pequeño (en ese entonces era un bebé). Durante un año la niña convivió alternadamente con las abuelas materna y paterna quienes se la cuidaban hasta que se cansaban y la llevaban a la casa de la otra abuela. Posteriormente la niña es llevada a convivir con una familia (a quienes no conocía) y al poco tiempo es “devuelta” y llevada a Casa Cuna, al poco tiempo la trasladan a  un mini hogar  junto con 8 niños más. Cada cambio de lugar ha implicado cambios de escuela y tiempos sin estar escolarizada. F habla muy poco de su familia y muestra importantes dificultades para historizar. Se encuentra en tratamiento psiquiátrico y psicológico pero ningún profesional ha tenido acceso al expediente donde consta parte de la historia de F. Todos trabajan con la niña “ a ciegas”. A los 9 años (es decir 3 años después de la partida de la madre)   F dice: “mi mamá se murió y se fue al cielo. Yo tengo un hermanito que es bebé. Yo viví en Jujuy y en Bs. As. Y tengo 3 abuelas, una en Jujuy, otra en Bs. As. Y otra en San Luis…..yo se que mi papá quería tenerme a mi pero cuando yo era chiquita el robo plata y fue a la cárcel. No quiero hablar de mi mamá, ella me decía que no iba a aprender y por eso no me mandaba a la escuela y por eso no se leer”. F está medicada por su impulsividad y su elevada ansiedad.

Estos niños crecen con una grave confusión respecto a su historicidad, con momentos, situaciones y personas que se van borrando de su recuerdo y nadie las vuelve a escribir. Al no haber nadie que cuente, que explique, que le permita darle una continuidad y un sentido a lo que van viviendo, los niños se fracturan, se parte en pedazos.

Si el niño no encuentra un sentido a lo que está viviendo, queda allí estancado, sin poder avanzar emocionalmente y psíquicamente.
El dominio del lenguaje permite que el niño habite una identidad narrativa: “yo soy el que, o la que, ha padecido este descalabro en su vida” . Los mecanismos de reparación o resiliencia (término tan usado últimamente) dependerán entonces del discurso que el niño pueda hacer sobre sí mismo. Pero el niño solo no puede hacerlo, se necesitan de ciertas personas que lo ayuden a ponerle palabras y darle un sentido a lo que le está sucediendo, personas que le ayuden a hilar su historia anterior con la situación actual. Como dice Boris Cyrulnik:  “un niño solo no tiene ninguna oportunidad de desarrollarse, un niño herido y solo no tiene ninguna oportunidad de convertirse en resiliente”.[vi]

El relato que circula ….permite organizar las energías excesivas y desarticuladas que el trauma y el duelo han liberado…..permite establecer un sentido de permanencia entre el pasado, el presente y lo que reserva el porvenir. Esto es lo que el psicólogo Antonovsky (1986) llama el “sentido de coherencia”

El niño necesita descubrir un sentido a lo que está viviendo. El descubrimiento de sentido, de coherencia, no es una actividad que pueda hacer el niño solo, necesariamente tiene que haber alguien que lo acompañe.

Entiendo que la modalidad de trabajo actual implica una apropiación por parte de la institución, del estado,  de la historia de los niños. Una apropiación sin fecha de vencimiento. Asi como a los niños que son  adoptados se les garantiza que a partir de los 18 años tendrán acceso a conocer su expediente, garantía que confunde expediente y datos con historia y con identidad, pero que de alguna manera toca a la misma; de la misma manera se le debería garantizar a los niños institucionalizados el acceso a su historia. Pero no a los 18 años, sino cada día que vivan institucionalizados. El derecho de los niños de escuchar y construir su propia historia.

Hablar con los niños, escucharlos y ayudarlos a darle sentido a su historia muchas veces asusta a los adultos, ya que es justamente involucrarse con el otro; mientras se mantiene la distancia, se preservan las emociones (de los adultos por supuesto). Pero si nuestra misión es trabajar en pos del bienestar de los niños y del cumplimiento de sus derechos, no podemos quedarnos afuera de sus emociones. Creo que es de gran importancia capacitar al personal de las instituciones, tanto profesionales, como cuidadores para que se involucren con las historias de los niños, para que sean facilitados de sentido.

Licenciada Judit Fraidenray
Psicóloga E.I.A.-Mendoza

* Ponencia presentada en las VII Jornadas Regionalesy IV Jornadas Nacionales Interdisciplinarias de Adopción 2010 organizadas por RUA Mendoza.

[i] Diccionario de la Real Academia Española
[ii] Diccionario de la Real Academia Española
[iii] Eduardo Casarotti en  “Paul Ricoeur  La constitucion narrativa de la identidad personal”
[iv] Eduardo Casarotti en  “Paul Ricoeur  La constitucion narrativa de la identidad personal”
[v][v][v] Michel Tousignant y Esther Ehrensaft en “El realismo de la esperanza” (pag. 156/7). Ed. Gedisa 2003
[vi] Boris Cyrulnik y otros; “El realismo de la esperanza” – Ed. Gedisa – 2003

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