Volaremos

María José Corral
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Hace unos días leí una publicación (*) en la que quien publicaba relataba que le habían rechazado la postulación por ser una persona con discapacidad
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Hace unos días leí una publicación en la que quien publicaba relataba que le habían rechazado la postulación por ser una persona con discapacidad, puntualmente contaba que se manejaba con una silla de ruedas y que respecto de ello le habían dicho lxs evaluadores que por tal situación “no tenía derecho a ser madre”.
Bueno, respecto a la cuestión referente a ese “derecho”, no voy a extenderme pues en varias publicaciones, post, audiovisuales y lecturas ya se dijo y se recontra dijo que “ser madre o padre” no es un derecho. El derecho es de las infancias y adolescencias a crecer y desarrollarse en una vida en familia.
Dicho esto, necesito -sí, leyeron bien- necesito explayarme respecto a la cuestión de la discapacidad.
¿Por que lo necesito?
Porque soy una persona con discapacidad motriz y como usuaria de silla de ruedas, si hubiera leído esa publicación hace más de dos años me habría frustrado de tal forma que hoy mi hija no sería mi hija.
No vengo acá a decir que los prejuicios sociales respecto a la discapacidad no existen, porque estaría mintiendo. Batallo todos los días para derribarlos. Vengo acá a contar sintéticamente mi historia y mi experiencia. Me inscribí a principios del 2019 con el miedo natural a ser rechazada por ese prejuicio, por imaginar que mis evaluadores no podrían ver mis capacidades parentales porque mi silla de ruedas se llevaría todas las miradas.
Una mañana, antes de la inscripción, me desperté y pude identificar ese miedo, pude ponerlo en palabras y correrme de lo propio para darme cuenta que todxs tenemos miedos a ser rechazadxs por distintas cosas.. Imaginarias, tangibles, concretas o simplemente prejuiciosas.
Entonces esa mañana me hice varias preguntas: ¿Y si ese miedo, aparte de miedo era un prejuicio mío? ¿Si era yo la que solo estaba viendo mi imposibilidad (en este caso caminar) y no visualizaba mis capacidades? ¿Si era más fácil para mi poner la responsabilidad del rechazo en ese otrx que en lo que yo podría demostrar? ¿Si el miedo me estaba paralizando?
Wauuu, me dije. ¿Cuánto para replantearme?
A futuro iba a darme cuenta que la adopción es replantearse todo el tiempo todo y ahí estaba el inicio del camino. Estaba empezando a construir. Esas preguntas, y en consecuencia las respuestas, me permitieron confirmar mi deseo de ser mamá por adopción y en ese sentido construir mi disponibilidad adoptiva para que en este presente pueda contestarle a mi hija que la media luna no me sale como a ella pero que sin embargo puedo sostenerle las piernas para que no se caiga, vaya paradoja…
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Continuando con el relato de aquel 2019, les cuento que luego de varias semanas y ya con algunas respuestas fui junto a mi pareja a entregar la documentación para iniciar la inscripción.
Llegamos al juzgado y el ascensor no andaba.
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El juzgado estaba a dos pisos por escaleras. El miedo y mi dificultad frente a mis ojos, intentando hacerme chiquita otra vez. Respire profundo así nerviosa como estaba, subió mi marido y luego bajó con una funcionaria del juzgado que se acercó para recibir la documentación e informarnos pasos a seguir. Ya con fecha de entrevista para la evaluación nos fuimos a casa (yo un poco angustiada la verdad) y al mes llegó el día de la entrevista de evaluación.
Me acuerdo que ese día llegue al juzgado decidida, inflada, con mis aptitudes trabajadas, con mi deseo afianzado pero aún con miedo.
El ascensor funcionaba, una a mi favor me dije…
Subimos y luego de ser atendidos entramos al despacho del equipo técnico y comenzó la entrevista.
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Recuerdo el momento preciso en que el miedo desapareció.
Recuerdo el momento preciso en el que el prejuicio de ellas y el mío se desvaneció.
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Fue en el momento en el que luego de un silencio de cinco segundos les dije y me dije: “posiblemente ven mi silla de ruedas como una imposibilidad importante para maternar o quizá yo estoy poniendo en palabras un miedo personal; lo que quiero decirles es que mi silla de ruedas es justamente lo contrario, es mi aptitud, es la que me enseño a enfrentar dificultades, a empatizar, es la que me enseño a hacer las cosas de un modo distinto a lo tradicional, es la que me enseñó a estar sentada frente a ustedes y con el pecho inflado poder contarles todo lo que logre con mi silla de ruedas. Porque es mi medio de locomoción y la que me permite cumplir mis objetivos.
Además, yo no soy la silla de ruedas, yo soy todo lo demás y en ese “demas” está mi habilidad innata de transformar realidades, principalmente porque transforme la mia y no deje paralizarme por el miedo. También está mi resiliencia constante y la la habilidad de resignificar todos los escenarios”.
Recuerdo también haber dicho que mi silla de ruedas me había permitido volar como las orejas gigantes a DUMBO (ese elefantito del que todos se reían por ser diferente e hizo de su diferencia una aptitud extraordinaria como lo es volar).
Admito que ese día las dejé con la boca abierta. Admito que yo también estaba sorprendida de mi entereza.
Ya casi al final de la entrevista, riéndome de mi miedo que casi había desaparecido por completo les dije: “Además quiero agregar que estoy agradecida con mi silla de ruedas porque me dio la habilidad de adaptarme a cualquier situación con amplia tolerancia a la frustración, no nos olvidemos que el primer día que vine no andaba el ascensor y sin embargo acá estoy, entregando mi corazón entero y todas mis aptitudes para proponerme como familia de aquel niñx que espera que le restituyan su derecho”.
Esa última fue una gran reflexión y con el tiempo descubrí que esa aptitud de adaptación y tolerancia a la frustración es tan necesaria para desarrollar actualmente en el vínculo con mi hija. Claramente descubrir ese miedo, trabajárlo y en consecuencia enfrentarlo fue parte de la construcción de las bases para emprender y posteriormente continuar el camino de la adopción.
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Con este relato no quiero decirles que enfrentar el prejuicio fue fácil porque esas entrevistas no fueron las únicas.
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Después vinieron las que se relacionaban con posibles vinculaciones. Tuvimos tres. Las dos primeras nos rechazaron. No puedo decirles si por mi condición o no. Tampoco puedo afirmarles que en la que nos aceptaron haya sido por falta de prejuicios. Pero lo que si puedo afirmar es que batallar mis miedos y disipar mis propios prejuicios me permitió invisibilizar los ajenos si existiesen y en este presente poder decirle y demostrarle a mi hija que las diferencias pueden ser extraordinarias cuando enfrentamos los miedos, los prejuicios propios y nos permitimos no paralizarnos para volar alto como DUMBO…
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