No todos inician este camino desde el mismo lugar, ni con la misma energía, ni los mismos conocimientos. No comparten los mismos miedos, prejuicios o creencias. Sin embargo, lo que comparten es la meta: formar una familia por adopción.
¿Festejar qué? ¿Por qué?Atraviesan la decisión de adoptar, la inscripción, las entrevistas, la espera pasiva o activa. Algunos reciben el tan ansiado llamado que hace más próxima la meta. Llega el momento de conocerse y comenzar a vincularse con los futuros hijos, acercándose un poco más a esa vivencia tan ansiada y deseada: la llegada de los niños a la casa familiar.
¿Cómo no desear festejar la experiencia emocionante de formar una familia con hijos? Es lo que deseaban intensamente y por lo que esperaron más o menos tiempo. Se prepararon, atravesaron etapas de ilusión y otras de desencanto. Creyeron que no llegaría nunca y hoy la ven hecha realidad.
¿Doloroso?
Quizás este momento que los adultos viven con intensa felicidad sea para los niños uno de los más dolorosos. Aunque ellos desean tener una familia, la llegada a la casa familiar, la concreción de ese deseo es también la confirmación de que su familia ya no será su familia de origen, la conocida. Que no regresarán a vivir con ellos y atraviesan el duelo que eso significa.
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Correrse del centro.
Salir del centro permitirá a los adultos empatizar con las vivencias de los niños. Comprender que la llegada a la meta, formar una familia por adopción, es posible recibiendo a sobrevivientes de hechos dolorosos. Algunos niños tienen heridas abiertas y pasaron por situaciones que no llegan a comprender. Hasta la adopción quizás, sea un hecho que todavía no comprenden en su totalidad. El centro -lo que sienten, lo que les pasa- son ellos. Los tiempos son los de ellos.
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