Hace un año escribía, en los días previos al día de la familia, lo que me movilizaba: el mundo patas para arriba que se dio desde la llegada de la flor más sencilla y complicada que conocimos.
Son solo siete años, un pequeño camino recorrido juntos; es su segundo año en la facultad en la carrera de diseño y comunicación visual. Dibujaba la familia que esperaba, callaba por el vínculo con una familia que no prosperó, se escapaba de la realidad que le había tocado vivir con dibujos de hadas, animes y rosas, con grandes detalles que le llevaban horas, esas horas que eran silencios para no contar, para recalcular y seguir.
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El espacio vacío de casa se fue llenando de hojas, colores y se mezclaban con risas, gritos, estudios, el «vos podés», berrinches, visitas para mantener el vínculo con sus hermanos, psicólogas, familias , psicopedagoga, amigos… en fin, nunca una rutina.
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Era el desafío del día a día. El ponernos a prueba permanente, el voy a hablar con el juez, el ustedes no son mis padres.
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El hablar, explicar por horas, el mirarnos y decir no pasa nada, te entendemos, el terminar abrazados siempre, el hacernos los fuertes para no demostrar duda alguna hacia donde queríamos ir.
Los sueños son así, hay que vivirlos con todo, con lo que creemos con lo bueno y lo malo, con lo real y doloroso porque solo podemos construir vínculos estando despiertos, porque el sortilegio es lindo pero la realidad es mejor.
No nos dice mamá ni papá, no nos da el título aún porque la prueba sigue, por las dudas para que no nos la creamos dice, y sin embargo ella espera el día de la madre o el padre más que nosotros porque ese día se puede relajar y no lucha por vivir a la defensiva. Acá vamos siempre juntos a su lado.
Somos familia, hoy y mañana y pasado y así al infinito y nos toca diseñar el futuro como ella nos enseñó.
Familia en construcción constante, a celebrar si!!!!
Testimonio publicado en nuestro grupo de Facebook por Lorena Silveti
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