Todos en la mesa

Laura Martincich

Nuestra familia viene siendo un intenso caldero, donde vamos cociendo y templando muchos ingredientes, algunos más duros, otros más blandos…. más o menos tiempo de “cocción” más o menos revuelto.

A veces revuelvo yo, a veces Armando, por momentos las niñas se asoman y meten cuchara, prueban, se animan al calor, se van.

Cuando cocinamos en la olla de barro, indefectiblemente usamos las cazuelas de barro también, para contener ese guisado con aroma a tiempo.

Y nos sentamos a la mesa y ese olor cala hasta la médula, el tuétano, la célula más onda de nuestras vidas… y asoman todos los padres y todas las madres, familia no identificada aún… y como si fuera poco luego de tanto revolver y cocer mi corazón pega un vuelco cuando escucho todavía en sus palabras relatos de otro tiempo…

Respiro, dejo pasar unos minutos y entonces todo, todo como un gran engranaje se acopla, y deja de existir en mi ese “otro tiempo”, ese otro tiempo es también, y será siempre, ahora.

Entonces me doy cuenta que no somos 4 en este almuerzo… cierro los ojos y en ceremonia los invito a la mesa… los traigo con sus nombres… los traigo con imágenes, los traigo a partir de los relatos de mis niñas, los traigo… y los invito, no para decirles que pueden estar porque yo se los permito, no… yo me digo: ellos están y acepto… yo hago lugar, acepto esos orígenes que tienen rostros, historias, camino… les agradezco, y mientras huelo el guiso de arroz abro los ojos y veo a mis hijas, veo que la alquimia se produce en sus rostros, en sus cuerpos, he ahí el caldero, donde la mixtura alcanza una belleza incuestionable… donde la vida y el universo mezclan con impactante amorosidad y perfección cada rasgo, cada mirada, cada tono de voz que me lleva a reconocer mis orígenes también… somos un gran guisado, sabroso, intenso, múltiple.

Entonces yo sé que en mi mesa somos muchos… y que cuando nos movemos somos muchos, y que cuando acaricio sus cabezas y les leo el cuento a la noche no soy yo solamente, está también ella a mi lado, siempre, esto será así para siempre y yo entonces salto al gran caldero para ablandarme, mixturarme, dar sabor y abrazarme con quienes estuvieron antes, con el amor y el dolor que hizo posible que hoy yo también sea mamá.

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