María José Corral
Cuando me plantee, la idea de ser familia por adopción, no imaginé todo lo que este camino podía despertar en mi. Desde mujer, desde compañera, desde persona “con discapacidad”.

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Hace tiempo que quiero hacerlo y por cuestiones de la rutina no encontraba ni el tiempo ni la inspiración para volcar la catarata de emociones y sentimientos que me atraviesan. Impulsada por Juan (mi compañero) y por este contexto “cuarentenil” es que tomo la computadora para tippear y compartir un poco de lo que siento y me pasa.
Para los que no me conocen, les cuento que soy usuaria de silla de ruedas, tengo una discapacidad motriz que a la vista, para algunos, pareciera ser de alta complejidad, sin embargo, para otros, los que miran mas allá de sus propios prejuicios, se vislumbra como la superación y la resiliencia.
Cuándo nos planteamos, con Juan, la idea de ser familias por adopción, no imaginamos todo lo que este camino podía despertar en nosotros. Las líneas que voy a escribir de acá en adelante, son meramente personales, no son sentimientos ni emociones de Juan, son mías y me pasan a mi. A mi como aspirante a adopción con “discapacidad”.
Entonces arranco diciendo: Cuándo me plantee, la idea de ser familias por adopción, no imaginé todo lo que este camino podía despertar en mi. Desde mujer, desde compañera, desde persona “con discapacidad”. No puedo mentirles, entiendo y tengo muy claro que este proceso es para los niños niñas y adolescentes que esperan una familia, sin embargo tengo miedo. Miedo de que quien me evalúe como aspirante solo vea a través de sus propios prejuicios y no pueda percibir, sentir, y evaluar mis fortalezas. Miedo que por empatía y por ser tan propio lo traslado a esos niños niñas y adolescentes, que poseen la misma condición que yo.
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En este sentido, luego de leer un sinfín de bibliografía, acudir a cuanto taller y encuentro llegaba a mi conocimiento observé el poco contenido respecto a la “discapacidad” de los niños, niñas y adolescentes en situación de adoptabilidad. Y quiero escribir, no para persuadir sino para derribar prejuicios.
Tener una discapacidad, no significa “ser un problema”, no significa “ser un obstáculo”, no significa “no poder”. Tener discapacidad significa tener la habilidad constante de reinventarse, de aprender a hacer las cosas de una forma distinta al “común” de la gente. Significa superarse, significa mostrarle al mundo que eso que ven como “diferente” “problemático” e “inhabilitante” puede ser magnífico.
Para ser gráfica, puedo hablarles de Dumbo, ese elefantito que tenía unas orejas enorme que hacían de él una burla, un payaso. Bueno, ese elefantito, se reinventó y uso esas orejas para volar y ser extremadamente “espectacular”. No quiero extenderme mucho más porque no quisiera aburrirlos pero me parece muy importante invitarnos a pensar en que lugar estamos a la hora de pensar la “discapacidad”. Si la entendemos como un “problema”, un “estorbo” o si la entendemos desde el lugar de la “habilidad”, “resiliencia” y “superación”.
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Necesitaba compartir con ustedes estos sentimientos. Esto que me pasa como aspirante, este temor que me invade cotidianamente y que alguna u otra manera no puedo omitir trasladarlo a los niños, niñas y adolescentes que esperan una familia. Es mi deseo que tanto mis evaluadores como los aspirantes destaquen las “orejas gigantes” de quienes para muchos somos diferentes y tenemos la habilidad de volar alto, alto, alto… Si nos dejan.
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