Hace un año que no puedo parar de enamorarme diariamente de sus ojazos negros que hipnotizan y de esos movimientos de caderas felices que me invitan a bailar siempre.
Y por estos días tan especiales me puse a reflexionar que con su llegada, que fue un alud de amor, felicidad y cambios, trajo aparejado algunas frases que me comenzaron a resonar: “Ah…sos mamá del corazón” “¿Cuándo le vas a decir que sos su mamá de corazón?” y un repertorio de variantes infinitas.
Son frases sociales que siempre estuvieron dando vueltas, me eran conocidas, pero ahora me hacían mucho, muchísimo, ruido.
¿Diferenciar a mis hijos por mis órganos? ¿Uno es del útero y el otro del corazón?
Y me puse a pensar que en el acto de maternar una dona todo su cuerpo.
• Mis brazos pasaron a ser cuna, barandas anti-caídas, cinturones de seguridad, un gran refugio que da calor.
• Mi espalda en más de una ocasión me recuerda el peso que llevo, y llevé, encima; pero se estira y vuelve a cargarlo.
• Mis piernas a veces son sillas, arco de fútbol, puentes y muchísimas veces pilares de múltiples usos.
• Mis manos son máquinas de cosquillas, pañuelos de lagrimitas, a veces se transforman en cuchara o tenedor según la ocasión y son perfectas productoras de caricias.
• Mi boca además de ser una usina de besos, también les transmite mi lenguaje, mi cultura; a veces canta y a veces reta.
• Mi cuerpo entero se ha doblado hasta en formas inexplicables; desde entrar en una cuna para calmar un llanto hasta ser colchón amortiguador para evitar un golpazo.
Y ni hablar de ser un Ekeko móvil; sacar fuerzas de lugares impensados; ser el blanco de pataditas caprichosas o mordidas aleatorias.
Y podría seguir enumerando todas las veces que mi cuerpo fue/es utilizado-movido por mis hijos. Y es cuando vuelvo a mi pregunta: ¿Por qué diferenciar a mis hijos por mis órganos? ¡No le encuentro el sentido! ¿No será que detrás de esta frase “mamá del corazón”, que a simple vista parece tan amorosa, se está denunciando la problemática del origen? Y no solo eso, ya que diferencia a los hijos ¿también será un modo de diferenciar a las “madres”?.
Todo esto me lleva a pensar en mi origen, en mi familia de origen. Somos cinco hermanos, todos “hijos del mismo útero” y todos tenemos diferentes historias de nuestros nacimientos y llegada a la familia. A mi hijo mayor le conté infinidades de veces como fue su nacimiento. Y aun así, después de un par de años, cada tanto pide volver a escucharlo. A mi hijo menor le contaré como fue su llegada, su nacimiento en la familia, todas las veces que quiera escucharlo. Y cuando no tenga respuestas a sus preguntas nos convertiremos en detectives.
Y con todo esto, creo empezar a comprender el porqué me hace tanto ruido la frase “Mamá del corazón” (y todas sus variantes), es que para mí carecen de toda lógica. Posiblemente provengan de otros contextos histórico-culturales con los cuales no me identifico. Por eso diferenciar a mis hijos, y yo diferenciarme de otras madres, solamente por mis órganos me resulta tan extraño. A mis hijos los diferenciaré por sus timbres de voz, por sus modos de abrazar, bailar, enojarse, ver el mundo. Yo me diferenciaré de otras madres por el modo de demostrar mi amor, de contar cuentos, de jugar, de poner límites, de hacer o no disfraces.
Me considero una MAMÁ con todo el cuerpo, veo a mi marido que es PAPÁ con todo su cuerpo y tenemos dos HIJOS, y cada uno es HIJO con todo su cuerpo. En esta FAMILIA no hay órganos que primen sobre otros; lo único que sobresale es el AMOR y el DESEO de elegirnos para compartir nuestras vidas.
Paula Alesso