La vida que se va construyendo con momentos. Algunos que merecen ser compartidos y otros que quisiéranos olvidar. Pero todos suman para ser quienes somos.
Con mi hija adolescente venimos de días turbulentos, de esos en que me he llenado de preguntas. Con la angustia de no saber qué decir o qué no decir, ¿seré muy exigente?, o ¿en qué estoy fallando?
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Pero no debo olvidar que hay mucho para abrazar y acariciar en su vida. La adolescencia tiene «mala fama»… y muchas de las reacciones de mi hija las venia atribuyendo a esta etapa, pero anoche comprendí -mientras abrazadas mirábamos las estrellas de colores de su lámpara- que sus recuerdos y vivencias estaban con ella, y merecen un espacio para ser contadas.
Me habló de sus miedos e inseguridades, pero tambien de sus dudas y ganas de soñar, aquellas cosas que yo tambien pensaba de niña. Y ahí estabamos: ella abriendo su corazón, con rasgos de esa niñez que no vivió, y yo abrazando su vida.
La adopción de «niños grandes» te regala la posibilidad de construir esos momentos que no han tenido antes, que son de todos los colores, a veces de «galaxias lejanas», otros titilantes y muchos con luces brillantes como las estrellas .
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