Lorena Silveti
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.Arrancó el fin de semana largo, uno distinto, esos que te hacen engordar la emoción.
Ella, la hermana mayor. Diecinueve años, ya una vieja. Ellos, tres de sus cuatro bebés. Los hermanos trompitas de 15, 12 y 10 están mirando Moana, charlan y ríen tanto que el barullo se escucha a mitad de cuadra.
Los cuatroscientos kilómetros que nos alejan, hace que solo nos podamos reunir para los cumples o para cuando alguno tiene la posibilidad de viajar .
La distancia no los separa.
Vivir en familias distintas no los separa.
Nosotros aprendimos a sumar, no a restar.
Somos un montón ahora en esta tribu de amor .
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Hermanos por siempre
Observo, pienso, me cuesta entender tanta simpleza y fortaleza a tan corta edad. No puedo dejar de pensar que la vida para los peques que han tenido que cortar su infancia por un instante -que pudo haber sido unos meses o años, hasta que encontraron a la familia que los estaba esperando- continúa siendo un misterio para mí.
Comenzamos a ser familia por adopción cuando ella tenía 13 años, hoy tiene 18.
Fuimos recorriendo juntos el camino, aprendiendo, recalculando a cada instante y sobre todo acompañando en su crecimiento y mantención del contacto con sus cuatro hermanos. Ella es la mayor, la princesa, los bebes (así les dice ) de 8 , 12 y 15 viven tres un la misma localidad pero en dos familias y el restante de 17 está a 100 km de ellos. (Ahí vivió también nuestro sol por un mes pero no prosperó el vínculo y ella volvió al hogar).
En estos 5 años organizándonos y contemplando las fechas de los cumples hicimos todos los esfuerzos económicos para no faltar nunca a un cumpleaños. Recorríamos los 350 kilómetros de ida y los 350 de vuelta quizás en el mismo día. Esos si que eran en principio los momentos mágicos, cuando se veían el festejo era solo ellos, se olvidaban que habían compañeros y los cinco iban y venían jugando, charlando y riendo. Después comenzamos a conocernos más con las familias y nos empezamos a quedar esos fines de semanas de cumples para que no solo fuera unas horas y ellos se pudieran disfrutar más.
Paramos en la casa de los peques que están juntos y se agrega a la pijamada obligatoria el otro hermano. Los hermanos Trompitas se disfrutaban.
Después incorporamos dejarla pasar unos días de vacaciones en alguna de las casa de los más peques, una vez en una y otra vez en la otra y así pudimos ver cómo los abrazos apretados y la angustia que se apoderaba del momento de la partida fue menguando. Ya no nos preguntaban a qué hora se van apenas llegábamos sino qué juegos nos habían quedado pendientes.
El tiempo siguio pasando y logramos de a poco unir, y así con dos de las familias pasamos también algunas de las fiestas de Navidad o año Nuevo.
Nuestra Flor dejó de tener la angustia de vivir separada de sus hermanos porque puede, a pesar de la distancia, saber y compartir con ellos su crecimiento. Cuando pasa algo que los papás no pueden hacerlos reflexionar ahí está la llamada de ella para ubicarlos, con toda su amorosidad pero también con la energía y autoridad de hermana mayor. Después todo se descontrola, las vídeollamadas terminan siendo charlas con todos, incluidas las perras… jaja.
Ahora está pasando unos días en casa el hermano de 15, se dan momentos de charla, risa, peleas y juegos como si fueran chiquitos.
El otro día mientras íbamos para La Plata Flora comentó que ya estaban los horarios para las cursadas, porque este año arranca la facultad, y él dice: «Bueno, capaz en tres años yo también estoy estudiando acá…»
Es verdad, el tiempo pasó, la vida pasó, ellos fueron creciendo y nos fueron enseñando que la distancia no separa, que el amor se construye manteniendo los vínculos, dándole la seguridad de que ellos siempre van a ser hermanos a pesar de las circunstancias y los kilómetros.
Estamos tranquilos con mi marido que podemos mirar a la cara a nuestra hija y demostrarle que aquello que surgió en las entrevistas con el psicólogo o con el asistente social de que íbamos a hacer si el chico/a tuviera hermanos lo hicimos , nuestro compromiso era seguir manteniendo vínculo, no separar y pensar que la vida arrancaba en ese momento sino que la vida continuaba y así es, construimos a partir de un pasado para recorrer un presente y construir un futuro.
Ojalá se pudieran vencer tantos miedos y prejuicios, (miedos de los adultos) y así la vida sería más sencilla ¿no es verdad?
Termino con la frase que me enseñó a entender nuestra hija, «es lo que nos tocó».