Cuando se habla de adopción se entra en una dimensión desconocida donde conviven la espera, la incertidumbre, el deseo, la esperanza y los miles de sentimientos que te agobian día a día, que te hacen doler la panza y donde comenzás a escuchar los latidos de tu corazón.
Allí estábamos esperando en una pequeña sala del hogar que la puerta se abriera para conocerla y salir a dar un paseo por una ciudad desconocida por nosotros.
Apareció de la mano de una de las “ tías», cómo llaman los chicos del hogar a las señoras que cada uno de los días de sus vida allí los cuidan , les cocinan y le dan los mimos que ellos necesitan junto a todo el equipo humano del hogar.
Nos habían dicho: tiene 13 años, tiene 4 hermanos que ya están con otras parejas y convivió con una familia donde el vínculo no prosperó.
Tiene carácter y tiene esperanza de encontrar su familia. ¿Desean conocerla igual? Nos explicaron un mes antes de aquel día para arrancar esta historia de a tres . Nos miramos con mi marido y dijimos
¿Porqué no? Así, dimos el primer paso.
Se abrió la puerta y apareció ella. Tímida, con una campera violeta, peinada con una media cola y una vincha. Tenía miedo y timidez.
Le preguntamos si estaba nerviosa. Asintió con la cabeza. La tomamos de la mano y le dijimos: Nosotros también.
Así comenzó el primer día de esta historia que hoy tiene un poquito más de cuatro años y medio.
¿Qué se puede decir del proceso de vinculación? Que es largo y es corto, porque recién cuando pasa algo de tiempo vas notando que las cosas que te suceden son tantas, se viven tantas cambios, tanta incertidumbre, que el tiempo vuela sin permitirte tomar un respiro.
Nuestros periodos de visita se daban los fines de semana. Recorríamos 340 km de casa al hogar donde estaba esperándonos.
La tristeza de la vuelta aplacaba un poco las emociones vividas y fueron las vacaciones de invierno el verdadero comienzo de la convivencia.
La pucha que la vida cambia, y cómo…
En una semana salir a buscar colegio, psicólogo, ropa, útiles…
En fin, ahora que lo pienso, fuimos unos inconscientes que nos hicimos fuertes. Porque no pensamos demasiado, no nos asustamos de las cosas que estaban pasando y donde no le dimos cabida al miedo. Pusimos primera y arrancamos.
También tuvimos que frenar porque el camino se recorre con pausas pero con seguridad. No hay un día igual a otro, y cuando hablaron del carácter en el hogar nos estaban tomando el pelo. Tenemos a la más gruñona de la hijas, a la más protestona y bufeti, y a la más maravillosa hija que uno pudo soñar. Valiente, fuerte y llena de amor. Y que nos enseñó a vivir con una sonrisa como ella va por la vida.
¿Que es fácil? No, no vamos a mentir. Es complicado explicar cosas que ningún chico debería pasar como ser: no estar con la familia biológica, pasar hambre, maltratos y tener a los hermanos repartidos en otras familias. Pero son cosas que pasan, y como ella dice “es lo que me tocó”.
No hay magia, solo hay querer y creer . Y la historia no termina ahí, porque nuestra hija tiene hermanos y logramos que ellos sigan viéndose, compartiendo cumpleaños, vacaciones. Y es así que la familia creció más allá de lo esperado.
Nos encontramos hoy celebrando sus 18 años y sentimos que la vida recién comienza …
Si que se puede.
L. S.
Esta historia fue compartida en nuestro grupo Ser Familia por Adopción de Facebook en el mes de marzo de 2018. Aquí podrán ver un fragmento de una actividad en la que el Lic. Gonzalo Valdes habla sobre el proceso de construcción del vínculo.
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