«Yo tuve otras mamás»

 

Quiero compartir ese primer encuentro. Esas primeras veces. Lo recuerdo como si fuera hoy y han pasado seis años de ese primer encuentro. Recuerdo mis nervios al ofrecerte mi mano para subir ese escalón de una plaza en el centro. Recuerdo que pude sonreír en aquel contacto visual cuando me tomaste de la mano ¡y esa emoción inmensa que me comenzó a invadir! ¡Saber que al fin estaba sucediendo! Estaba sucediendo esto de empezar a cuidar a quien se convertiría luego en mi hija. Y me emocioné.

El corazón me latía más fuerte! Quizás notaste todo eso en mis manos un poco más sudorosas de alegría, porque en eso estábamos, cuando llegaron tus palabras.

No creo haber escuchado tu voz tan nítida antes de esto. Bajaste la mirada y sin soltarme de la mano me lanzaste con un tono dulce pero firme a tus seis años:

  “Mirá que yo tuve otras mamás, ehh…”. Recuerdo que volví mi mirada al punto fijo central del camino, sin ver. De mi boca y por reflejo salió un:-¡Qué bien! ¡Qué bueno!(¿?) Luego entendí que eso significaba que no te ibas a ilusionar rápidamente conmigo. Sería entonces mi desafío, mi responsabilidad el regreso de la confianza del mundo adulto.

Estaba en desventaja, yo nunca viví esto de desear ser hija y ahora debo convertirme en la mamá que vos necesitás.

Y también pensé: “…es la primera vez que tengo una hija y mi hija ya tiene la certeza que esto podría no ser para siempre. Volví a sudar y me invadió una enorme incertidumbre.

Será cuestión de que nos acompañemos. Así arrancamos. Así me marcaste que vos indicarías el tiempo y el modo.

“Yo tuve otras mamás” fue una lección para ayudarme a desarmar aquello que ninguna teoría me había acercado. La posibilidad de sumar. La posibilidad de reparar. La posibilidad de construir entre nosotres nuestra propia tribu. Y aquí estamos, aquí seguimos. Sos mi hija y yo tu mamá y te amo cuando simplemente me decís: “somos tan diferentes y a la vez tan iguales”.