«Ir y venir, seguir y guiar, dar y tener, entrar y salir de fase
Amar la trama más que el desenlace. « Jorge Drexler
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El recuerdo del volcán a mí me traía tristeza porque lo ligaba al comentario de otro niño del hogar que nos perseguía e interpelaba con sus ojitos curiosos en muchas visitas; en una ocasión, preguntándonos si era verdad que habíamos construido un volcán con J.
Ojalá ese niño haya encontrado padres habilitantes para hacer su propio juego, ya que una de las funciones de la familia es posibilitar ese despliegue.
Pienso cuantas erupciones de bronca hemos transitado juntos, cuantas habrá pasado sin nosotros y cuanto le interesaron siempre las placas tectónicas y los movimientos sísmicos aunque la escuela no sea su mayor interés.
Los juegos en el comienzo de la vinculación
Habitualmente, quienes están a punto de conocer a los niños preguntan ¿Qué hacer? ¿Qué llevar para el primer encuentro con los niños?
Es muy difícil saber qué podrá gustarles, ya que se comenzará la vinculación desde el total desconocimiento.
Elegir anticipadamente un juguete que vincule debe ser «tomado con pinzas» haciendo una lectura de los motivos por los que los adultos mismos eligen ese juego. Es preciso entenderlo como un ofrecimiento propio del adulto para ese niño, desde lo que se imagina previamente y por las expectativas de que sea un buen encuentro.
Pienso que más que pensar qué juegos llevar, el trabajo es despojarse de frustraciones posibles. Llevar nuestro propio juego si lo deseamos vale, pero lo más importante es poder ofrecerse el adulto para el juego del niño.
Un objeto que deviene juego
Algo que no recordaba es por qué viajábamos con una bobina inmensa de hilo (mi esposo, al leer el artículo me dice que yo la llevaba intencionalmente para hacer atrapasueños).
Había sido comprada años atrás para aprender a hacer fiambres caseros con otras familias, cuando con mi esposo recién nos mudábamos al pueblo rural en el que hoy vivimos los tres.
Ahora pienso cuanto puesto en juego de ese hilo para enlazar nuestras experiencias, expectativas y la libertad de que se vaya soltando y a la vez sujetando nuestro vínculo familiar. Hasta hoy esa bovina tiene hilo, que mi hijo -ya adolescente- en estos días usaba para encañar tomates en una huerta comunitaria que estamos haciendo con otros niños.
En el comienzo de la vinculación, los hilos sujetaban móviles que embellecían el parque en el que pasábamos el día. Algo de ese espacio público tomaba nuestra forma, lo hacíamos propio con nuestros adornos.
Es interesante pensar que en adopción no iniciamos el vínculo en la intimidad de espacios propios -que tan celosamente protegen muchas veces los padres por biología-. En la adopción empezamos a vincularnos en un espacio propio del niño, un lugar para él un poco ajeno porque quizás es el hogar donde convive con otros niños, profesionales y personal de cuidado. También se transitan los primeros momentos en plazas, parques de la ciudad, en un espacio que siendo público se hace nuestro y del niño, un espacio que generamos ambos antes de convivir en casa.

Es hilo despertó recuerdos de nuestros juegos de infancia, que compartimos con nuestro hijo.

Fragmentos de hilo se convertían en anillos y pulseras con objetos de la naturaleza.

Este hilo se convirtió en un regalo hecho por él en la primera visita a nuestra casa.
Juegos complicados
Nuestro hijo siempre disfrutó la vida al aire libre, el contacto con la naturaleza. Pero la llegada de nosotros a su vida implicó pérdidas en su universo lúdico. Tuvo que tolerar la prohibición de «jugar» con gomeras, que nosotros no podíamos concebir como un juego aunque para él siempre había sido así. De matar palomas, pasó a proteger pájaros heridos.
Al hablar de propuestas lúdicas y las frustraciones de los adultos, mi esposo me recordó su compra de madera balsa y papel de arroz para hacer aero-modelismo. Se agarra la cabeza recordando lo que recorrió para conseguirlas hasta por la ciudad de Buenos Aires, con la idea de que J. desarrollara su paciencia y constancia para sostener proyectos. La risa se apodera de él porque le devuelve la sorpresa por su motivación, que llevará a la próxima sesión con su psicólogo. Pudieron armar un único avión que, como los que no habían logrado armar, se rompió en el desorden de juguetes cotidiano.
Amar la trama
Ya en la convivencia, conociéndolo mucho más su papá le compró hilos encerados que lo mantenían mucho tiempo concentrado, que le alivianaron viajes en auto, esperas y pudo comenzar a desarrollar la paciencia y la constancia que nos complican a muchos.
Armar pulseras de macramé fue una actividad que acompañó gran parte de su niñez. Llegó a tener muchísimos hilos, de muchos colores, a veces muy enredados, pero también fue armando tramas, vendiendo y regalando sus producciones amorosamente.
Muy gráfico para pensar nuestro vínculo: con momentos de confusión, enredo, de dificultad para encontrar la punta del ovillo. Pero con momentos de mas o de menos esfuerzo para armar una trama que nos sostenga. Con hilos muy diferentes pero anudados de distintas maneras para seguir dándole forma a nuestra familia.
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