Dolores

Alguien nos cuenta:
Me duele todo el cuerpo. Literal. Todo entero.
Me duelen hasta las uñas, de agarrarlo de la ropa para sacarlo de la habitación donde estaba tratando de romper todo.
Me duelen los brazos y piernas de sostenerlo para que rompa todo en la casa.
Antes de eso me dijo todas las malas palabras que pudo. Le lave la cara con agua fría – soy de la vieja escuela, pero a mi madre creo que le resultaba mejor -.
Me pegó, me pateó, me insultó.
Mi hija biológica, que tiene casi la misma edad, miraba atónita. Nunca vio tanta violencia, nunca vivió una situación así. Yo tampoco.
Llevamos casi cinco meses de vinculación. Más otros dos de ir conociéndonos.
Esta es la tercera vez que tiene una ‘crisis de ira’…
Tuvo una vinculación anterior, fallida, porque no pudieron contenerlo. Y sí, es difícil. Muy difícil.
Desde mi adultez, desde mi deseo de maternar de esta forma habiendo sido madre biológica, desde mi entendimiento de sus carencias y dolores… ¿ tengo derecho a sentirme casi rendida, dudosa, dolida, perdida, sin saber que decirle a mi hija, ni a él, ni a mí misma?
La gente del registro nos dice ‘ustedes tienen las herramientas’… pero realmente a veces, y sólo a veces, siento que nos lo dicen para que sigamos intentando.
Claro que hay adelantos y muy buenos momentos. Pero estos… estos son como un terremoto.
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En resonancia con este relato, recibimos este otro escrito:
Mi caso es tan similar que hasta dudé si no escribí ese texto yo misma, hace unos meses.
Todo igual: Una hija biológica de la misma edad, unos meses de convivencia y de pronto, esos ataques de ira que parecen salir de la nada y que no sabemos manejar.
Y el sentirse envueltos en una violencia que jamás pensaste vivir, y la culpa de exponer a tu otra hija a algo en lo que ella no tuvo mucha elección, y las dudas…
Y ese cansancio que es como ningún otro que hayas experimentado porque es cansancio físico, mental, y sobre todo, emocional. Ese cansancio que te hace reevaluar si realmente sabías en lo que te metías o si lo subestimaste y te hace dudar de vos.
Tu hoy fue mi Diciembre.
Después de unos primeros meses tranquilos donde todo «va re bien»… de pronto, todo iba re mal.
Los videos y charlas que nos habían advertido que «cuando se empiece a sentir más cómodo, les va a testear los límites» tenían razón. También la psicóloga que nos explicaba que «quiere probar si no importa cómo se porte, no lo van a abandonar. O peor: Quiere ver si lo van a volver a abandonar y capaz piensa que al mal paso darle prisa«.
Nos dijeron que lo que necesitaba era que estemos, darle a entender que la familia es incondicional. Que hay consecuencias por los berrinches y que no son aceptables pero que nunca lo vas a abandonar porque la familia es para siempre.
Y costó. Pero tenían razón.
Yo pensaba «Esto me excede! No soy psicóloga»
Y me dijeron «No tenes que ser su psicóloga, tenes que ser su mamá».
No hay herramientas mágicas o técnicas infalibles. Tus herramientas están: Son todo lo que sos. Tu familia. Tu «normalidad» del día a día. Tu paciencia.
De pronto uno de esos berrinches (tal vez el peor de todos), fue el último.
Hoy, unos meses después, escribo ésto mientras ese mismo nene se pone el pijama y elige el libro que le voy a leer esta noche, después del abrazo de «buenas noches».
Hoy mi nena te diría que esos «episodios» no fueron tan terribles y que no cambia a su «melli» por nada, aunque se peleen de vez en cuando.
Hoy hasta me cuesta acordarme de ese mes y medio tan oscuro que parecía que no iba a terminar.
Hoy puedo maternar a mi manera: sin gritos, sin tirones, sin violencia, sin miedos.
Cuesta. Un montón. Pero «esto también pasará».
Y habrá nuevos desafíos, pero ahora estás pasando el más grande: el choque de tu mundo pacífico y el suyo, lleno de caos e inestabilidad. Hay que pasar esta tormenta.
Lo que viene después vale mucho la pena!
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Entendemos cada palabra escrita. Duele el cuerpo y duele el alma.
Estas situaciones de violencia del relato no son mas que el «sacar afuera» todo lo que le duele, todo lo que no puede, todo lo que recuerda y también hasta lo que no quiere recordar.
Es posible que se tengan herramientas, solo que a veces estamos cansados, no sabemos si es el momento de usarlas o cómo usarlas en determinadas situaciones.
Cuando estamos en el medio del río y se nos rompen los remos sentimos que no vamos a poder pero si cada aprendizaje lo hacemos nuestro podemos intentar otras formas de llegar a la orilla.
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Compartimos algunos videos que quizás puedan ayudar a comprender y quizas a intentar de otra manera.
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