Esperada e inesperadamente suena el teléfono y responden los nervios y el desconcierto. ¿Como puede ser? ¿No es lo que todos los inscriptos esperan?
Disponibilidad adoptiva
La disponibilidad adoptiva es la disposición que expresan los adultos (al inscribirse y ratificar la inscripción) para adoptar situaciones particulares de las niñas, niños o adolescentes. En qué edades o etapas del desarrollo de los niños se sienten en condiciones de iniciar el vínculo. Qué situaciones de salud o discapacidades se sienten capaces de acompañar, o si sienten que pueden adoptar un grupo de hermanos.
Ese es el significado de disponibilidad adoptiva que siempre queda en evidencia. Sin embargo, a mí, me parece un concepto valioso para darle un significado más. El de qué tan disponibles están los adultos para ser convocados cuando se busca familia para un niño o adolescente. En ese sentido podemos pensar que es estar disponibles para atender el teléfono.
El teléfono suena en cualquier momento y lugar. Se atiende en la clase frente a los alumnos como espectadores, se atiende con nervios que llevan al riesgo de caer del tractor, se atiende en medio del bullicio del supermercado en día de 50% de descuento… Se atiende y el tiempo se detiene.
«Por lo general uno se prepara -ponele- para cada instancia. Pero para todo tenés fecha y hora. Llevar un papel, pedir otro, un turno con el equipo del juzgado. El apto… ¿y después?… andá a tu casa y esperá….
¿Esperar qué? ¿Cómo? ¿Cuándo?
Sabés que si es un número desconocido puede ser… como no…
Si suena, ¿qué estarás haciendo, como te agarra… en qué situación?
Parece una pavada pero es un antes y un después donde se te paraliza todo.
Sos vos, el teléfono y alguien desconocido que te empieza a hablar»*
Pero ¿qué ocurre cuando el planteo es que buscan padres para niños con una situación distinta a la que las personas expresaron que podrían adoptar? Tienen más edad, una situación de salud no imaginada o se trata de un grupo más grande.
Estos llamados pueden generarse, porque hay muchos niños con situaciones que no tienen posibilidad de ser adoptadas por los inscriptos en el Registro de Aspirantes a Guardas con Fines de Adopción. Ocurre especialmente en Provincia de Buenos Aires y es el paso previo para evitar la búsqueda de familias a través de Convocatorias Públicas. |
.
En ese momento se genera confusión y los pensamientos parecen asfixiar las posibilidades de tomar decisiones.
«¿Y si decir no es cerrar la puerta a la única posibilidad de ser padres?»
«¿Y si mi no implica que nunca encuentren familia para ese niño?»
«¿Cómo saber si realmente estoy preparado para afrontar esto?»
«¿Y si puedo más de lo que creo que podría?»
«¿Y si por decir no no me llaman nunca más?»
«¿Estaría mal ir a la entrevista sin estar convencidos? ¿ Sería hacerle perder tiempo al equipo? ¿Sería probar? ¿Sería ir a elegir un niño?»
Estos son algunos de los pensamientos que acompañan el llamado, con angustia y culpa de sentir que el destino de un niño los interpela.
Decir que sí a la entrevista
Estar dispuesto a ir a la entrevista no implica que se iniciará la vinculación. Se trata de un acercamiento mayor de las personas a la situación de ese niño. También que el equipo técnico se acerque a la situación de esos adultos. Conocer mejor a los adultos y evaluar si tienen las capacidades adoptivas específicas en función de las necesidades de ese niño.
Decir que sí a la entrevista es ampliar las posibilidades para ese niño. Es ofrecer la disposición para viajar hasta el juzgado, ausentarse en el trabajo, es prolongar la incertidumbre, con la esperanza del encuentro pero también con el temor de no poder.
Decir que sí a la entrevista es ofrecer mucho a ese niño: tiempo, preocupación, pensamientos, miedos, entre muchas otras cosas. Es ponerle el cuerpo viajando y escuchando más de él, pero también es ofrecerse a la desilusión de no poder decir que «sí» o a que el equipo evalúe que es una situación que excede las capacidades de esos adultos a pesar del «sí» expresado.
Decir que sí a la entrevista no implica estar dispuestos a iniciar una vinculación, especialmente en el caso de que la situación del niño no esté comprendida entre las expresadas en la disponibilidad.
Decir que no
En las situaciones que acompañamos desde la asociación escuchamos que el «sí», aún con lo que pueda generar, es más fácil que el «no».
Desde el momento de inscripción se idealiza el llamado como el momento más esperado. De una manera lineal se presupone el llamado como el momento bisagra para el encuentro familiar, por lo que el no «no» no está dentro de la secuencia imaginada.
«¿Decir que no es rechazar a un niño? »
«¿Soy una mala persona por decir que no?»
«¿Por qué me toca pasar por esta situación?»
El llamado confronta a los adultos siempre con una posibilidad. Una posibilidad, ni más ni menos. Y desde el sonido del ringtone y la voz de un desconocido planteando la situación de un niño, el cuerpo sufre un cimbronazo y el pensamiento abruma.
Un niño se hace presente en la vida de quienes desean ser padres, un niño interpela a tomar una decisión que puede sintetizarse en un sí o un no.
Ninguna respuesta es en sí misma es mejor que la otra. Ni el sí, ni el no, pueden generalizarse como buenos o malos. Lo más valioso es todo lo que fundamenta esa respuesta para cada adulto en relación a ese niño.
En la búsqueda de ese fundamento, las dudas sobre la decisión a tomar, les puede permitir el replanteo de sus capacidades y limitaciones. El acompañamiento con profesionales, que les posibiliten tomar este llamado como una nueva oportunidad para escucharse a sí mismos, puede ser de gran ayuda en un momento decisivo como este. Nada de esto es en vano, todas estas instancias generan movimiento que amplían las posibilidades de todos los niños.
Lo más importante no es decir «sí» o «no», sino responder con todo el compromiso posible para tomar la mejor decisión por ellos y para ellos.
«Después de todo si fue un no hay que transitar el camino para que sea una experiencia y no un experimento, ser reales y conscientes, por uno mismo y por el niño… Que en definitiva cuando pasa el tiempo, miras para atrás y sentís que a pesar de que fue un no, se ganó igual…
La clave para mí es el hablar. Siempre hablar y decir todo. A tu psicólogo, a tu mama, tu papa, tus hermanos, a la trabajadora social que te llamó. A uno solo o a todos (como fue mi caso). Decir lo qué te pasa y poder expresarte . Sentirte escuchada y contenida es lo mejor; no para cambiar la decisión, sino para que te acompañen en esa decisión».(*)
Desde nuestro trabajo cotidiano en Ser Familia por Adopción acompañamos estos momentos escuchando, brindando palabras que sostengan este tramo difícil del recorrido. Para que de este momento de conmoción y de dudas surja la mejor decisión posible, comprometida y responsable para los niños.
Escribe un comentario
Debe haber iniciado sesión para publicar un comentario.