Cuando el pasado toca la puerta

Luciano Salvador

Lo que compartiré con ustedes en esta ocasión, es producto de la experiencia, y porque sé que otros, otras, en mi misma condición _la de personas que han conformado una familia por adopción_ pasan o pasaron por lo mismo.

Voy podando parte de mi historia, sin prisa, a mi ritmo, aunque esté en otoño internamente, porque sé que llegará la primavera. Es que somos naturaleza y la intervención de otros en nuestra naturaleza genera conflictos.
Lo que compartiré con ustedes en esta ocasión, es producto de la experiencia, y porque sé que otros, otras, en mi misma condición _la de personas que han conformado una familia por adopción_ pasan o pasaron por lo mismo. Cada vínculo es un mundo, cada historia tiene sus particularidades. Los niños, niñas y adolescentes que tienen la oportunidad de conformar de nuevo una familia, viven de distintas maneras ese proceso.
Hay historias que comienzan, con la necesidad de los adoptantes de no querer tocar la historia del nuevo integrante por miedo a hacerlo sufrir, porque consideran que no es momento de hablar aunque el niño, niña quiera contar de su historia. Eso a la larga genera daños.
Otra forma de generar daño, es que los que somos adoptados nos encontremos con una familia, que trata de respetar nuestros mambos con la historia, de brindarnos cosas, gestos que no hemos recibido en el momento adecuado. Podríamos decir que es una forma bastante saludable de desarrollar ese vínculo nuevo, pero acá planteo lo central de la cuestión: la familia biológica, que no soporta la pérdida, que no sabe cómo hacer un duelo, o porque simplemente es jodida. No soy el único caso en el que personas del pasado intentan revincularse, ¿y saben qué? Resulta ultrajante, movilizante, generando inestabilidad tanto en la persona que sufre el contacto, como en la familia adoptiva.
Por suerte, con 28 años tengo bastante resuelta mi historia, y con la fortaleza suficiente para que eso no resulte dañino. Pero pensé en una persona adoptada con pocas herramientas, un recién llegado a su nueva familia, en un niño, niña y adolescente que está conformando su personalidad y sufre la interferencia de personas de la familia biológica. Me imaginé lo doloroso que puede ser eso, y debo decirles a los adoptantes que el derecho a la identidad no es absoluto, ningún derecho es absoluto.
Si una sentencia estableció que el contacto con la familia de origen debe cortarse por el interés superior del niño, debe respetarse, sobre todo por parte de los progenitores y parientes que han sido dejados atrás.
En fin, sé que entre los contactos de esta red hay padres, madres, y adoptados que han pasado por una situación parecida, y comparto esto para invitarlos a pensar, a reflexionar, a no entrar en pánico, a tener una visión diferente. Es necesario que podemos las espinas, reguemos los buenos pensamientos y que el día de mañana florezcamos fuertes, livianos, con nuestro propio brillo.

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